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Adelantados a su tiempo
Durante su infancia, Olivier Audemars siempre percibió la histórica empresa familiar dedicada al sector relojero como algo más bien remoto. «Ciertamente, nunca hablábamos de la marca», recuerda. «Ese era un asunto que estaba a cargo de mi abuelo allá arriba en las montañas». Las montañas a las que se refiere son el macizo del Jura, la cordillera al norte de Ginebra, y la marca en cuestión era Audemars Piguet, uno de los fabricantes de relojes más antiguos de Suiza y el único aún en activo cuya propiedad no ha abandonado nunca las manos de las familias que lo fundaron.
El abuelo de Olivier era Paul-Edward Piguet, cuyo padre, Edward Auguste Piguet, fue, junto con Jules Louis Audemars, el cofundador de la empresa en 1875. Olivier guarda gratos recuerdos de Paul-Edward. «Teníamos una estrecha relación», dice. De niño, cuando iba a visitarle al pueblo de Le Brassus, en el cantón de Vaud, Olivier recuerda no entender que su abuelo se pasara tanto tiempo con estas «diminutas piezas de metal» en lugar de dedicarse a jugar con él. «Entonces, un día, vino a casa con un mecanismo completamente ensamblado,» recuerda Olivier. «Me pidió que tocara el escape del engranaje y, al hacerlo, se puso en marcha. Se parecía a un corazón latiendo y pensé: ‘Guau, esto es magia’».
A medida que Olivier se hacía mayor, su abuelo le empezó a llevar de visita a la planta para ver trabajar al equipo de relojeros. Con el tiempo, Olivier fue aprendiendo la historia de la empresa y la del valle de Joux, donde se halla el pueblo de Le Brassus, una de las cunas del sector relojero de alta gama. Muchos de quienes hoy residen aquí proceden de los hugonotes, partidarios de la fe protestante que tuvieron que huir de Francia a mediados del siglo XVI durante las guerras de religión francesas. Se trasladaron a las montañas del Jura para trabajar como agricultores, y eventualmente aprendieron el arte de la relojería para mantenerse ocupados y suplementar sus ingresos durante los duros y difíciles inviernos.
Una vez que se graduó en la universidad, a Olivier no se le pasaba por la cabeza incorporarse a la empresa familiar de relojes, y se lanzó a crear su propia empresa, un laboratorio de ciencias de los materiales, junto a un antiguo profesor universitario suyo. Pero sus parientes acabarían pidiéndole que se uniera a Audemars Piguet, considerando que alguien con un conocimiento tan estrecho de la empresa debía implicarse más a fondo en el negocio. «A mí la idea no me entusiasmaba, pues tenía mi propia empresa», rememora. «Creo que el recuerdo de los ratos pasados de joven con mi abuelo fue probablemente lo que me ayudó a tomar la decisión». Fue así como en 1997 entró en Audemars Piguet.
Si bien durante muchos años su trabajo estuvo vinculado a la parte operativa, Olivier pasó de encargarse del día a día de la empresa a ocupar un puesto en el consejo de administración — desde 2014, como vicepresidente del mismo—. Al principio, este cambio trajo consigo una variedad de retos, tanto a nivel personal como profesional. «Cuando ocupaba un puesto operativo, nadie reparaba en ni nombre», comenta. «En el valle de Joux el apellido Audemars está muy extendido, de modo que la conexión no era evidente. Pero al convertirme en una de las voces de la empresa, ese anonimato desapareció. Una vez que tu nombre figura en la puerta de tu despacho, la percepción que la gente tiene de ti cambia».
Participar en el consejo de la empresa también le aportó una nueva perspectiva sobre el liderazgo. «Entiendes que eres uno de los responsables de asegurar la continuidad de la empresa y de preservar buenos empleos para sus trabajadores», dice. Esa presión puede dificultar la toma de decisiones, pero, en ese sentido, Olivier utiliza como guía una clara brújula: «A menudo, cuando me enfrento a decisiones difíciles, pienso en lo que habría hecho mi abuelo hace 50 años, y en lo que mis nietos pensarán de mi decisión dentro de otros 50 años». Formar parte del consejo también le hizo sentir con mayor nitidez el peso de la historia. «Más que de ejercer la propiedad, se trata de cuidar un legado,» afirma. «Nuestro papel durante el limitado tiempo que estamos aquí es el de forjadores del siguiente eslabón de una larga cadena, asegurándonos de que sea lo bastante resistente para los eslabones que habrán de añadir las generaciones futuras».
Por supuesto, los miembros del consejo también deben colaborar estrechamente con la figura de un CEO, que lidera las actividades cotidianas de la empresa y la impulsa hacia adelante. Desde este enero, dicho puesto lo ocupa Ilaria Resta, una directiva muy involucrada profesionalmente en el sector de la cosmética y la perfumería hasta esa fecha. Empezó trabajando en marketing para Procter & Gamble, donde rápidamente desarrolló la pasión por la innovación y el concepto de nuevos productos, y acumuló experiencia en las áreas de construcción de marca, ventas y gestión. En 2020, pasó a trabajar en el gigante suizo de las fragancias Firmenich, de propiedad familiar, desde donde se incorporó a Audemars Piguet como CEO.
Durante nuestra charla, Ilaria empieza señalando la diferencia que hay entre trabajar en una empresa cotizada y en una de propiedad familiar. «En una empresa de propiedad privada, debes conocer a la familia, ponerte en su piel, comprender su historia, sus motivaciones y sus sueños para las próximas generaciones», explica. Y eso es exactamente lo que ha hecho ella desde que accedió al cargo. «La misión que recibí del consejo fue proteger la independencia de esta empresa familiar, lo que supone una enorme responsabilidad», subraya. «Se me ha dado la increíble oportunidad de escribir un capítulo en su larga y exitosa historia».
En lo que respecta a la manera en la que desea ejercer su liderazgo, Ilaria considera importante no cambiar por completo su estilo de dirección cada vez que asume un nuevo puesto; por tanto, se propone mantener un estilo de dirección, en sus propias palabras, «cercano a mi estilo como persona». Está increíblemente orgullosa de ser una de las pocas mujeres CEO en el sector de la relojería, tradicionalmente dominado por hombres. «Esto, no cabe duda, me hace sentir un tremendo orgullo, pero, al mismo tiempo, siento la responsabilidad de abrir la puerta a más mujeres con pasión por este trabajo y esta industria», precisa. No en vano, se prevé que el número de mujeres que forman parte de la clientela de Audemars Piguet aumente considerablemente a lo largo de los próximos cinco años, añade.
De cara al futuro, las estrategias de Ilaria giran en torno a tres pilares diferentes. El primero es la «innovación», lo que no solo abarca el proceso propiamente dicho de la fabricación de relojes, sino también las formas de trabajar a nivel organizativo e incluso de comercializar, dado que «somos una empresa auténticamente integrada o end-to-end», dice Ilaria. El segundo pilar es la «centralidad del cliente», lo que implica tomar a los clientes como eje en la manera de pensar de la marca. En la práctica, esto significa «escucharles para comprender sus necesidades y su comportamiento, para así poder anticiparse y leer las tendencias del mercado». El tercer pilar es ser una «empresa responsable», coherente con el impacto positivo que Ilaria quiere que Audemars Piguet genere tanto en el medioambiente como en la sociedad en general. «Siento una responsabilidad en sentido amplio», razona, «para apoyar a nuestros socios y proveedores, y a las comunidades que han contribuido a hacer posible nuestra trayectoria y nuestro éxito».
Este término, «responsabilidad», sale una y otra vez durante nuestra conversación tanto con Ilaria como con Olivier. Para Ilaria, en tanto que CEO, ello refleja esencialmente una relación fundada en la confianza: «Los miembros de la familia han depositado en mí su confianza para liderar su empresa. Se trata de su empresa, de su historia y su futuro». Siente la responsabilidad de devolverles esa confianza y conducir a Audemars Piguet hacia el futuro replicando el éxito logrado hasta ahora.
En el caso de Olivier, este sentido del deber nace en parte de un profundo conocimiento de la historia de la marca y de su valor en términos de patrimonio socioemocional, tanto para él personalmente como para el resto de su familia. «Audemars Piguet es la única empresa relojera tradicional aún en activo cuya propiedad no ha abandonado nunca las manos de las familias que la fundaron,» aclara, «lo que quiere decir que durante los tiempos difíciles que vivió la empresa, la gente tuvo que esforzarse mucho y hacer muchos sacrificios para mantener el negocio en pie». Este sentido de la perspectiva le permite pensar, en sus propias palabras, «con un horizonte de generaciones y no limitándome a los próximos resultados trimestrales», pero también subraya su sensación de no ser realmente propietario del negocio, sino más bien de estar temporalmente al cargo de su cuidado. Y, por supuesto, afecta a la manera de pensar sobre el futuro de la marca. «La empresa no nos pertenece en realidad a nosotros», afirma. «Y si algo no te pertenece, no puedes venderlo».